Comer en El Bierzo
CASTILLA Y LEÓN,  ESPAÑA

Tres lugares para disfrutar de la gastronomía berciana en otoño

Comer en El Bierzo: Una escapada, tres restaurantes

Me encanta pasar los primeros fríos al cobijo de una copa de vino y cenando cualquier cosa calentita que no haya tenido que preparar yo. Que el otoño se asome a la mesa y sus sabores me saquen momentáneamente de la rutina.
En esta estación, el campo despliega sus humildes atractivos para demostrarnos que lo más sencillo nunca suele fallarnos.

Y a propósito de esto: en el oeste de León hay una comarca, casi más gallega que leonesa, que lo ejemplifica de manera extraordinaria. Su cocina es confortable. Y confortable significa sencilla, casera, familiar. De ahí que sus platos no estén pensados para comer en soledad, aunque cada cual puede hacer de su tripa un sayo.

Yo te doy el aviso. Si no quieres necesitar un remolque para levantarte luego, ten en cuenta que: la empanada berciana lleva chorizo y patatas. Al cerdo lo han convertido en fondo de armario gastronómico del que aprovechan hasta los andares. Con castañas y un poco de azúcar hacen mil y una virguerías. Y si te ofrecen un “frixuelín”, tendrá como mínimo el tamaño de una cabeza.

Aquí, lo perfecto puede ser aún más perfecto.

Desayuno en el Palacio de Canedo

Palacio de Canedo Desayuno

Estamos en la posada de un palacio dieciochesco que huele a madera noble y a piedra labrada. A piel limpia y a tierra húmeda. A Biermú y a Xamprada.

Las vistas desde la ventana de la habitación, a vides de mencía y godello -mi uva favorita-, son un trasunto del paraíso de cualquier naturalista. Yo estoy prácticamente ronroneando. Envuelta en mantas, abrazando el frío como solo una persona con TAE inverso sabe hacerlo.

Me he despertado con la tripita abultada y la suerte pegada al cuerpo -suerte con aspecto de señor pimpante, y guapísimo-. Predomina un ambiente de ligereza. La ligereza del que se sabe de asueto, con las revoluciones bajas.

La botella de cortesía descansa vacía sobre la mesa. Tras su descorche, despejamos la mente nervios y prisas.  Hemos venido a descargar lastre, a practicar el ‘hygge a la berciana’ precisamente en el mes del año en el que este parece que empieza a coger carrerilla.

Aún así, me levanto al amanecer propulsada por el coro de animales que llena los alrededores del viñedo. Quiero desayunar, y si lo hago pronto, tendré tiempo de hacerlo dos veces.

La comida más importante del día en el palacio de Canedo nos parece espectacular. Un atronador canto de amor por el producto de arrimo y el entorno en el que se encuentra. Y muy generoso en cantidad: café, zumo, huevos, pan, cecina, queso, bizcocho y frixuelos.

Así que ahí va una recomendación/sugerencia/proposición: con toda la frecuencia posible, reserva una mañana aquí para romper el ayuno con tu persona favorita (sobre todo si resulta que soy esa persona favorita).

Solamente tengo 6 o 7 canas, pero al menos una centena de desayunos de hotel a mis espaldas.
A mí eso ya me parece sabiduría, aunque no tienes por qué hacerme caso…

Almuerzo en la Moncloa de San Lázaro

Te quiero llevar ahora a Cacabelos para hablar de La Moncloa de San Lázaro, casa de comidas que tiene prácticamente todo lo que me importa en un restaurante: tradición, ambiente, atención y mimo hacia el producto.

En la carta, cada vianda se convierte en un pecado potencial en raciones XXL:

Por ejemplo, el botillo, plato totémico de la zona y rotundo escudo contra el frío. Un aluvión de calorías al pimentón que incluso ha protagonizado poemas («manjar sublime de ancestral misterio, que das al paladar sutil delicia, tú eres en la mesa la primicia con efluvios gozosos de sahumerio»). O la tortilla guisada, receta tradicional de aprovechamiento muy alejada de los cánones actuales (y qué gusto da no encontrarse con la misma tortilla de siempre, las mismas croquetas de siempre, la misma tarta de queso de siempre).

Para aligerar la comanda, te recomiendo otro manjar berciano que difícilmente se puede clonar. No imaginaba yo que unos pimientos asados pudieran elevarse tan alto.

Finalmente, conviene dejar hueco para la crema de limón con castañas, un invento maravilloso que rondará los mil gramos de azúcar. Se le perdona -me dije mientras rebañaba la copa- porque es un postre que funciona a golpe de instinto y cosquillas en la barriga. Porque cada cucharadita despierta emociones perennes, como aquellas del petit suisse o los yogures de macedonia de cuando éramos pequeños.

Cena en Lúa (previo paso por El Bodegón)

Lúa Ponferrada - Comer en el Bierzo

A estas alturas ya no hay hambre, es imposible que la haya. Así que, como el borracho que continúa bebiendo para no tener resaca, vamos a abrir el apetito antes de la cena en un mítico de Ponferrada: El Bodegón. Como diría Michael Scott: Es un sueño que tengo desde la hora del almuerzo y no voy a abandonarlo ahora.

Nos acercamos a la barra y pedimos sus mejillones y sus bravas, ambas tapas aliñadas con su salsa secreta -al parecer elaborada con el agua de cocción de los mejillones-. Está claro que no han inventado la rueda, ni lo pretenden. Ahí estamos, rodeados de parroquianos, todos pan en ristre dispuestos a rebañar los platos. Y no tardamos mucho en hacerlo.

Seguimos ruta, que hay que cenar.

Aunque la contundencia es una de las características principales de la cocina berciana tradicional, aquella que alimentaba a los mineros en la época de la industrialización, hoy en día el Bierzo es también cocina creativa y cocina de autor.  Y, a medio camino, podemos encontrar propuestas como la de Lúa by O’Pulpeiro.

Este lugar es quizás más conocido por sus desayunos y brunches, pero su carta de comidas resulta igual de apetecible. Si volviera de nuevo, pediría exactamente lo mismo que tomamos: croquetas de pulpo, brochetas de brócoli com kimchi -¡algo tan sencillo y tan insólito!- y zamburiñas. Me apunto, como nota mental: «intenta venir con hambre y dejar hueco para probar algún arroz».

«Lúa es la aplicación gastronómica de la intención literaria del 27. Máximo respeto por el sabor»

Una de las razones de dejar esta comida para el final del día, es que su carta de vinos, con varias referencias interesantes de la zona, invita a disfrutarla sin la prisa de «tener que ver cosas». A ti también te pasará, querrás darte el gusto de una sobremesa larga. Hazlo, deja el turismo para mañana.

 

Además de comer, en El Bierzo puedes hacer otras muchas cosas:

Free Tour por Ponferrada

Visita guiada por el castillo de Ponferrada

Excursión al Palacio de Canedo

Visita a la fábrica de cerveza Castreña

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