En busca de la excelencia hotelera: nuestras mejores estancias
En este artículo, emprendemos una expedición arqueológica en nuestros recuerdos para rescatar las estancias que más felicidad nos han reportado en los últimos años. Recogemos lo mejor de cada una de ellas para crear nuestro hotel ideal.
Persiguiendo la excelencia hotelera: qué tiene nuestro hotel ideal
- La hospitalidad no está garantizada por las estrellas: Comencemos por lo intangible, que a menudo resulta ser lo más significativo. Me refiero, por supuesto a la calidad y calidez en el trato, pero también a esos pequeños detalles que te hacen sentir especial. Un mensaje personalizado a la llegada o una botella de agua mineral que te renuevan a diario son consideraciones que a priori no necesitas y que, precisamente por eso, has de valorar tanto.
- El mejor momento del día es el desayuno: Desayunar es un ritual que adoro y que los hoteles suelen infravalorar. Si puedo elegir, prefiero un desayuno a la carta, aunque reconozco que la opción all you can eat puede ser muy satisfactoria y divertida cuando la calidad no se ve comprometida por la variedad.
¿Qué tiene mi buffet ideal? Un buen café, tres o cuatro tipos de pan del día, embutido ibérico y algún ahumado, fruta variada, zumo natural y repostería casera. Un plus que da mucho gusto encontrar, es una estación de platos preparados al momento, como tortitas o huevos al gusto.
- La cama perfecta: Despertarte sin alarmas y pensar que no dormías tan bien desde que estabas en casa de tus padres. Es la magia de las camas de hotel. Hablo de esa que con suerte será kilométrica y estará vestida con sábanas blancas. Por supuesto, te habrán dejado al menos dos almohadas de diferentes firmezas para que descanses como te mereces.
- ¿Ducha o bañera?: La fantasía de todo huésped (bueno, quizás la mía en particular), es una habitación con ambas; una ducha de alta presión que te ayude a abrir los ojos por la mañana y una bañera espaciosa (por lo que pueda pasar) para llenar de espuma y relajarte por completo antes de ir a dormir. Algunas habitaciones cuentan con jacuzzi en su interior; yo no soy su público, pero entiendo por qué lo tienen.
En cuanto a los productos de baño, esto lo tengo claro, me molesta que sean de un solo uso. Además del gel y champú -di no al «gelpú»-, agradezco que me proporcionen crema hidratante (mejor si hidrata de verdad), y un cepillo de dientes, porque siempre se me olvida. Una fórmula útil para despistadas como yo, es que que te ofrezcan solicitar en recepción otro tipo de amenities, como peines, gorros de ducha, antifaces para dormir…
- Una habitación con vistas: Si me dan a elegir, me quedo con los pisos más altos, especialmente cuando preveo unas vistas que me animarán a despertarme para ver el amanecer; porque quizás la habitación da al mar, o a la montaña, o al skyline de una gran ciudad. No necesito terraza ni balcón, pero un gran ventanal no puede faltar en nuestro hotel ideal.
- Instalaciones con personalidad: Cada lugar tiene sus cebos para conquistar al cliente (gimnasio, piscinia, spa, azotea, bar, biblioteca…), pero más no es siempre mejor. Lo que verdaderamente enriquece la experiencia es encontrar espacios con personalidad que despierten la curiosidad y las ganas de explorar.
- Detalles que marcan la diferencia: Por ejemplo, una cafetera en la habitación, un calentador de agua con un surtido de infusiones, un par de zapatillas o una televisión con acceso a plataformas de streaming como Netflix
(mi hotel perfecto también tendría Filmin, no lo diré en voz alta por no parecer snob).
Por último, el hotel ideal es el que seduce tus cinco sentidos, también el del olfato. Nada como saber llegar al comedor por las mañanas siguiendo el olor a café y a mantequilla.
Si el hotel está en medio de la naturaleza, también debería oler a ella. En realidad, aromatizar estos espacios no es un arte sencillo. Hay que escoger un perfume que acompañe a la personalidad del lugar y que no resulte desagradable a los huéspedes de olfato suspicaz. El truco está en que parezca un aroma elegido desde la sensibilidad, que esta elección no se perciba como una estrategia de marketing.
Un dato: el cerebro recuerda el 2% de lo que escucha, el 5% de lo que ve y el 35% de lo que huele.
Yo solo pedí un hotel, no un palacio: nuestras mejores estancias
En los últimos años nos hemos alojado en sitios con mucho encanto que acarician nuestro ideal. Este es un listado con alguno de esos hoteles:
- Box Art Alpino (Madrid): desconexión en la Sierra madrileña
- Palau Macelli (Girona): mejor que en casa, respirando el paisaje ampurdanés
- Noa Boutique (A Coruña): enclave privilegiado y vistas de ensueño
- A Casa Das Augas (Lugo): calidez y cuidado como en las mejores casas gallegas
- Hotel Fuente Aceña (Valladolid): tranquilidad y buenos alimentos
- Palacio de Canedo (León): El Bierzo «a tope»
- Castillo Montelarreina (Zamora): un palacio del siglo XIX lleno de historias
- Parador de Corias (Cangas del Narcea): tesoros escondidos en «El Escorial de Asturias»
- Hotel Santa Catalina (Gran Canaria): para gastrónomos y hedonistas
- Hotel Canfranc Estación (Huesca): una película de Wes Anderson de cinco estrellas
¿Has descubierto ya tu hotel ideal?
Este NO es un artículo patrocinado. Nos hemos alojado en todos los hoteles mencionados y los hemos pagado de nuestro propio bolsillo.
Un comentario
Danni
Menudas vistas tiene el Noa. Me parecen maravillosos todos los hoteles que nombras. Espero conocerlos algun día.
Saludos.