
Comer en Madrid: Como en Lakasa, en ningún sitio
A Lakasa voy todo lo a menudo que puedo. Su cocina de temporada, pensada plenamente para el disfrute de los sentidos, es su principal arma de conquista. Pero no la única. En el restaurante -podría decirse hogar o podría decirse templo- de César Martín todo funciona como la seda: La carta, los vinos, el trato, el local. No es muy habitual, por no decir misión (casi) imposible, encontrar algún otro en la capital que ofrezca tanto por tan poco.
Y ante eso, una solo puede rendirse. Dejarse llevar. Decir a todo que sí con el convencimiento pleno de siempre acertar.
Como en Lakasa, en ningún sitio.
Naturalidad, sencillez y mucho respeto por la materia prima.
Aquí todos los detalles están cuidados con esmero desde el momento de sentarse a la mesa: el agua del grifo depurada y embotellada, el aperitivo de cortesía con las bebidas, el riquísimo pan del Obrador de San Francisco, la completa selección de vinos, la posibilidad de pedir la mayoría de los platos por medias raciones, el trato del personal de sala…
Ya resulta prometedor de primeras. Pero además, cumple hasta el final.

En cuanto a lakarta, hay que destacar que va cambiando con cada temporada (mi favorita es el otoño/invierno, cuando comienzan a entrar los guisos de cuchara como las lentejas o los garbanzos, y la caza mayor), razón de peso para volver una y otra vez a degustar las novedades. Aunque sus grandes clásicos, los «de siempre», permanecen durante todo el año.
Sus buñuelitos de Idiazábal, por ejemplo, que se comen como pipas. O el steak tartar de solomillo de vaca envejecida, elaborado a gusto del comensal (uno de los mejores que he probado). Tampoco olvidéis pedir su solomillo Wellington, es la excelencia hecha carne.

Otros platos, estos de temporada, que también han hecho bailar a mis papilas con su sabor son: los mejillones de bouchot con salsa del Café de París, el arroz al horno con codorniz ortolans y la liebre con mole. Para las próximas visitas ya le he echado el ojo las albóndigas de buey carbonara, las lentejas con pato azulón o las revolconas con mollejas de ternera, setas y papada ibérica confitada.
Un festín hasta el último bocado
Con los postres la fiesta continúa. Dejad hueco para la tarta de queso Idiazábal, original y potente, y para la delicada milhoja de crema catalana. Si sois amantes de las tartas de limón, esta tampoco os decepcionará.
Otras opciones que también cuentan sus propios pretendientes son el flan con leche de oveja y el Lakasito, emblema de la casa. Igualmente, sus tablas de queso resultan una alternativa perfecta como cierre de la comida.

Para saciar la sed, tenéis una amplia variedad de vinos por copa y por botella en constante evolución. Ahora mismo supera las 150 referencias. Para asegurar el encandilamiento de cualquier vinófilo, su bodega atesora distintos espumosos, vinos generosos de Jerez perfectos para el aperitivo, y un interesante abanico de tintos y blancos de D.O. nacionales e internacionales; además de una selección especial dedicada a la uva Riesling.
En definitiva, en Lakasa encontraréis un festín de salsas adictivas, sabores que dejan pozo, discreción y buen hacer, lo que ocasiona que la mayoría de sus clientes acaben por convertirse en peregrinos. Fieles que se encuentran en Lakasa como en ningún sitio y que eligen volver a ella una y otra vez. Sirva de ejemplo esta servidora.
¿Dónde? Plaza Descubridor Diego de Ordás, 1 (Madrid) – Contacto: 915.338.715 y lakasa@lakasa.es
Información Adicional: Precio Medio 50-60 euros por persona. / Imprescindible reservar.
¿Con ganas de más? Prueba Fokacha (su trattoria de reciente apertura) o móntate el banquete en casa con su servicio a domicilio.


Un comentario
Lakasa
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